Los cines de verano son herederos directos de aquellas proyecciones ambulantes al aire libre en barriadas y zonas rurales que marcaron los inicios de la Historia del Cine, por cuanto permiten un montaje e instalación rápidos de todo lo necesario para asistir a la magia del Séptimo Arte. Tales cines se convirtieron en un elemento esencial para las proyecciones estivales a mediados de la pasada centuria, cuando los sistemas de ventilación y de aire acondicionado para refrigerar las salas cubiertas no contaban aún con una potencia acorde, en el caso que nos ocupa, a las temperaturas de una región como la extremeña y de una población como la de Cáceres. Fue así como el Séptimo Arte permitió su disfrute durante todas las estaciones del año, de forma que el Cine representa la forma de ocio pública más extendida del siglo XX, sobre todo hasta la década de los años sesenta.
Estos cinematógrafos concebidos para la canícula pueden ocupar espacios preexistentes o que éstos sean diseñados específicamente para los meses veraniegos. En otra ocasión hemos estudiado con detenimiento ambas posibilidades, mediante el análisis de los cines del municipio cacereño de Zorita, tanto de los cubiertos como de los de verano(
1). En lo que a estos últimos se refiere, Zorita contó en la década de los años cincuenta y primeros sesenta con “espacios ocupados” como la Plaza de Toros y una prensa de aceitunas(
2); y, entre los espacios creados ad hoc, coexistieron solares destinados exclusivamente a proyecciones veraniegas –o que compartían su uso como pista de baile–, y cines de verano anexos a los cines cubiertos o de invierno. La tipología responde, por consiguiente, a cuatro pautas:
- espacios de ocio reutilizados (y que cuentan de por sí con los servicios necesarios para la atención al público);
- espacios que en origen no son de ocio, pero que serán utilizados como lugares de proyección;
- instalaciones anejas a los cines cubiertos, las cuales utilizan la infraestructura de éstos;
- y, finalmente, cinematógrafos de verano construidos ex profeso para las proyecciones de esta estación.
También en la ciudad de Cáceres el espacio ocupado por excelencia para cinematógrafo estival fue la Plaza de Toros, lugar idóneo a todas luces por su condición de anfiteatro. A ella se sumaba el llamado “Cine Rex”, que existió en el verano de 1956, sito en la Huerta del Conde, en la intersección de las actuales Ronda de San Francisco y Avda. de la Bula. Ciertamente, en una población urbana los cines de verano anexos son más difíciles de encontrar que en zonas rurales debido a las dificultades derivadas del espacio disponible; de ahí que no hayan existido en Cáceres instalaciones adjuntas, pues ni el “Gran Teatro”, ni el “Cine Norba”, ni el “Cine Capitol” disponían de superficie aledaña que así lo permitiera. Sí lo tendrá en cambio el “Cine Astoria”, pues este edificio vino a ocupar parte del espacio de un cine de verano anterior.
Tal es la razón de que los cinematógrafos de verano diseñados de nueva planta ocupen solares distantes de los cines cubiertos que son su matriz. Fueron dos los cinematógrafos de verano cacereños concebidos como tal en lo que a su arquitectura se refiere: el “Cine Capitol de Verano” (al que acabamos de referirnos como el terreno en el que se erigió el “Cine Astoria”) y el “Cine de San Blas”. El primero se ubicaba en la intersección de las calles Santa Joaquina de Vedruna y San Pedro de Alcántara, en un entorno de intenso crecimiento urbano en la época; sobre el espacio que ocupaba se construirá el “Cine Astoria”, inaugurado en 1963, con un cine de verano anexo y de bastante menor tamaño, denominado “Terraza Capitol”, según diseño inicial del arquitecto Vicente Candela y culminado, tras el temprano fallecimiento de éste, por el arquitecto madrileño Luis Martínez Feducci, quien también fuera autor del “Cine Capitol” de la Calle Sancti Spiritu (
3). Al otro cine que hemos citado, el “Cine de San Blas”, también inaugurado en 1963, dedicamos las presentes páginas.
Desmontaje del “Cine Capitol de Verano” en 1961, para la construcción del “Cine Astoria”
El “Cine de San Blas” se concibe –al igual que sucediera con el “Cine Rex” más de un lustro antes– como un cine que intenta conjugar su destino para el ocio estival con su ubicación de cine “de barrio”. En el caso del mencionado “Cine Rex” fue la barriada del Espíritu Santo el objetivo de la empresa, mientras que los barrios de San Blas y de Pinilla fueron los atendidos por el cinematógrafo objeto de estudio. Asimismo, la barriada de Aldea Moret contó en esos años con las proyecciones de un Cine Parroquial.
En otro orden de cosas, la ubicación del “Cine de San Blas” posee unas connotaciones sociológicas singulares: situado en los aledaños de uno de los colectores más importantes de la población en una de sus zonas más bajas, cercano al cementerio municipal y al matadero, y en las proximidades de huertas, fábricas de curtidos y talleres mecánicos, su destino era eminentemente popular, como confirma además la proximidad de la barriada obrera de Pinilla y de instalaciones militares. Nada que ver, por consiguiente, con el “Cine Capitol de Verano”, ubicado en un área de expansión de la burguesía cacereña al tiempo que zona comercial y de servicios, prácticamente colindante al que por entonces comenzaba a ser el corazón de la ciudad: el Paseo de Cánovas. Respondía el “Cine de San Blas”, por tanto, a una arquitectura de ocio exterior a la población, junto a una de sus antiguas puertas y a un lado de la entonces carretera de Torrejón el Rubio. Los vecinos de la zona no consideraban el “Cine Capitol”, junto a la Plaza Mayor, como perteneciente a la barriada; de hecho, lo más próximo que permanecía en la memoria de los lugareños era el “Cine Principal” de la Plaza de las Canteras, antiguo teatro reconvertido posteriormente en cine, el cual había dejado de funcionar hacía más de dos décadas y se había transformado en una panadería.

Restos del edificio del antiguo Teatro Principal, en la Plaza de las Canterías.
La aparición del “Cine de San Blas”, además del carácter sociológico que acabamos de describir, se enmarca también en el tejido de la explotación cinematográfica en Cáceres. Tres eran los polos empresariales del Séptimo Arte en la ciudad en esos años: uno, el más antiguo, representado por la sociedad que regenta las salas del “Gran Teatro” y el “Norba”, de carácter local, a cargo de José Muñoz Pérez; otro, por la empresa de origen madrileño que explota desde los años cuarenta el “Capitol” y construye en los años sesenta el “Astoria”, gestionada por Fernando Sotomayor y Sergio Bejarano; y, en tercer lugar, el Obispado, bajo el gobierno de Llopis Ivorra, sea a través de su Obra Interparroquial Recreativa (O.I.R.) o de otras parroquias e instituciones religiosas, como fuera el caso del “Cine del San Antonio” y del “Cine de San Mateo”. Fruto de esta labor por el cine, el Obispado inauguraría en 1962 el “Cine Coliseum”.
En lo que se refiere a los cines de verano, la empresa Norba gestionaba la Plaza de Toros mientras que la empresa Sotomayor Puebla explotaba el “Cine de Verano Capitol”. Pues bien, en este contexto, la iniciativa del “Cine de San Blas” procede de alguien en principio ajeno a la explotación cinematográfica, de un polifacético emprendedor cuyos negocios se basaban en gran parte en la construcción, en unos momentos de fuerte crecimiento urbano en la ciudad. Se trata del contratista de obras Severiano Población Martínez. De hecho, su cine también será conocido popularmente como el “Cine de Población”.
Detalle de la fotografía aérea del “Vuelo de 1961”, donde se aprecia del entorno y cercado que ocupará el “Cine de San Blas”. ©S.I.G. Ayuntamiento de Cáceres.
Vista aérea actual del espacio que ocupaba antiguamente el “Cine de San Blas”. © Google Earth.
Pero Severiano Población Martínez sí era un hombre de cine, aunque no fuera exactamente tal su negocio hasta embarcarse en la iniciativa del “Cine de San Blas”. Y es que había sido protagonista de un filme muy llamativo en la Historia del Cine español, siendo éste el único largometraje en el que participó, y el único donde fue el actor principal: Segundo López, aventurero urbano, rodado por Ana Mariscal en 1952 y estrenado al año siguiente, es decir, exactamente una década antes de embarcarse Población en el proyecto de San Blas. La dirigida por Ana Mariscal es una de las películas de Cáceres en el cine, a pesar de estar rodada casi en su totalidad en Madrid. Pero, ¿y por qué Severiano Población?
Años atrás el destino había llevado a Severiano Población a la capital de España, donde fue acogido por otros dos cacereños allí instalados: Leocadio Mejías y Valentín Javier. El primero era un escritor vocacional que se transformará en periodista; el segundo, un fotógrafo que se convierte al Séptimo Arte, más aún cuando contrae matrimonio con la actriz Ana Mariscal, más tarde también directora de cine. Leocadio Mejías escribe una novela costumbrista, en cuya ficción recoge momentos verídicos acontecidos en su juventud a Severiano, y será Ana Mariscal quien lleve el relato a la gran pantalla en su opera prima, presentándolo como las memorias de un escritor que, en un café madrileño –a semejanza del célebre Café Gijón– rememora las aventuras de un singular personaje que recala en el local. Dentro de la voluntad neorrealista (si bien la película no puede calificarse como tal en sentido estricto), se decidió que fuera la persona real que inspiró parte del relato la misma que lo encarnara en la pantalla. De hecho, el propio Leocadio Mejías hace un cameo en el filme, escribiendo sobre Segundo López/Severiano Población. La fotografía, uno de los aspectos más logrados de la película, es de Valentín Javier. Qué duda cabe de que se trata de un filme cacereño, a pesar de que, salvo algunas instantáneas iniciales, no aparece la ciudad.


Severiano Población, encarnando a Segundo López, y Leocadio Mejías, haciendo de sí mismo, en dos fotogramas del filme de Ana Mariscal.
Con el estreno del filme, Población se convirtió en una especie de héroe local: tal era la capacidad evocadora del Séptimo Arte. Ello, unido a su prosperidad económica, su reconocimiento entre la burguesía cacereña y sus buenas relaciones con las autoridades civiles y, particularmente, las eclesiásticas (no en vano fue el constructor de la Casa de Ejercicios de la Montaña, sobre un proyecto del arquitecto municipal Ángel Pérez), le hizo concebir la idea de construir un cine. Sin embargo, su idea no tuvo una plasmación rápida, a pesar de que la envergadura de un cinematógrafo de verano resulta menor que la de las construcciones cubiertas. De hecho, en un principio el cine fue concebido con una platea menor que la que finalmente ocupó, la mitad exactamente, según consta en el proyecto de instalación eléctrica que en 1959, cuatro años antes de que el cine comenzase a funcionar, presentara el Perito Industrial Tomás Civantos Morales sobre plano arquitectónico, plano que pasaremos a describir en líneas posteriores. En otras palabras, se trataba más de una afición personal que de un negocio, según se verá corroborado en la apertura del cinematógrafo.
El 13 de junio de 1963, en una sesión doble –según era habitual en la época– se inauguraba el “Cine de San Blas”. Los dos primeros filmes proyectados fueron Segundo López, aventurero urbano y El día más feliz de mi vida, títulos fuertemente simbólicos para Severiano Población. El primero estaba protagonizado por él mismo. La segunda era una película austríaca dirigida por Max Neufeld en 1957 y clasificable en el subgénero “tirolés” o de “montaña alpina”, la cual versa sobre la peripecia vital de un niño procedente de una aldea cuya máxima ilusión es ingresar en la escuela de los Maestros Cantores de Viena. Y, como si de una metáfora de los deseos del propio Severiano se tratara, lo consigue. Así, también Población logra abrir su cine: incluso el título lo remarca de manera fuertemente ingenua, “El día más feliz de su vida”.
Carteles de los dos largometrajes proyectados en el “Cine de San Blas” el día de su inauguración.
Conservamos, gentilmente cedido por Fernando Civantos Rodríguez, el plano –inédito hasta hoy– sobre el que su padre, el Perito Industrial Tomás Civantos Morales(
4), proyectó la instalación eléctrica del futuro “Cine de San Blas” ya en 1959. La memoria que acompaña a dicho plano refiere los siguientes datos: “Local situado en margen izquierda de la carretera de Cáceres a Torrejón el Rubio en su km.1, con fachada principal por la Calle Afueras de San Blas [actual calle Bailén]. El aforo actual es de 410 localidades, teniendo señalado [el plano] la zona de futura ampliación [hasta las 800 butacas que finalmente tuvo]. La situación de cabina, pantallas, accesos servicios y bar, están detallados en el plano, por lo que no precisan descripción. La distancia de proyección de cabina a pantalla es de 39.50 metros.”.
Según se puede observar, el cine se asienta sobre un paralelepípedo irregular, aunque rectilíneo, orientado hacia el sudeste. La fachada da a la actual Calle Bailén, con entrada a través de tres puertas de hoja única y, a la derecha de éstas, se sitúan la taquilla y dos ventanucos que actúan como ventilación de la zona de servicios. Éstos se disponen tras la pantalla, con acceso diferenciado en cada extremo de su lienzo para señora y caballero. Junto a la entrada de éstos últimos se encuentra la barra de un bar. Se trata de una fachada recta, acorde con el conjunto del cercado.
Plano del “Cine de San Blas”. © Fernando Civantos, del legado de Tomás Civantos.
Plano del “Cine de San Blas”. Detalle.
El “Cine de San Blas” fue el último cine cacereño de verano en nacer y el primero en desaparecer, tras un lustro exacto de proyecciones en los meses de julio y agosto: sus últimas proyecciones, de acuerdo con la hemeroteca, son de agosto de 1967. Al año siguiente desaparecería el Cine de la Plaza de Toros, quedando a principios de los años setenta únicamente el “Cine de Verano Capitol”, hasta que su terreno fue en parte edificado como zona residencial. Ya no habrá más cines de verano estables, a cargo de la iniciativa privada y con recursos arquitectónicos propios en la ciudad.
En lo que se refiere de forma concreta al “Cine de San Blas”, todo el lateral paralelo a la antigua carretera de Torrejón el Rubio ha sido edificado, con aceras dispuestas en un nivel superior al de la antigua platea y edificios de tres alturas que perviven a fecha de hoy. Gran parte del antiguo patio de butacas ha quedado convertido en almacén a cielo abierto para materiales de construcción. De hecho, su antigua portada, con vanos estrechos, fue ampliada para carga y descarga de camiones, y transformada por consiguiente en el portalón que hoy en día se conserva.
Vista de la parte posterior del patio de butacas del antiguo cine, convertido hoy en almacén.
Vista de los accesos que tiene el antiguo cine de verano en la actualidad, en el lugar donde se encontraba la antigua fachada.
La desaparición de un cinematógrafo de verano deja en la memoria una huella más caduca que la que podría dejar un edificio cubierto. En el caso del “Cine de San Blas”, a su carácter estacional, sus pocos años de funcionamiento y su menor envergadura arquitectónica, se añaden su condición de cine de barrio y su concepción como proyecto personal, ajeno en buena medida a las corrientes más modernas y comprometidas del arte fílmico. Aun así, su mera existencia constituye parte de la “memoria cinematográfica” de la ciudad de Cáceres: ojalá las presentes líneas puedan contribuir también a la preservación de su recuerdo.
-.-.-
Autora:
Angélica García-Manso
Notas:
1 - En el trabajo de investigación Cines rurales de Extremadura: Arquitectura y etnología del ocio en Zorita [en prensa], galardonado con el Premio Publio Hurtado en su edición del año 2011.
2 - Como si de un “Cine de la Prensa” se tratara, en irónica alusión al homónimo cine madrileño de la Gran Vía.
3 - Al que Feducci bautizó con el mismo nombre que uno de los más logrados de sus edificios: el “Cine Capitol” de la Gran Vía madrileña.
4 - Tomás Civantos (1904-1975) es una de las personalidades más relevantes del Cáceres de mediados del siglo XX no sólo por el papel que desempeñó en la delegación de Obras Públicas de la Diputación Provincial y al frente de la Escuela de Maestría Industrial, sino también –y en lo que al ámbito del cine se refiere– por haber sido el responsable de la instalación eléctrica de gran parte de los cinematógrafos de la provincia de Cáceres y de la propia capital.
BIBLIOGRAFÍA
[Sobre arquitectura de cine en términos generales, no específica del barrio de San Blas ni del Séptimo Arte en la ciudad de Cáceres]
BALSALOBRE GARCÍA, J. M., Arquitectura de salones, pabellones cinematográficos y cines, Alicante (Universidad de Alicante) 2006.
BETANCOR PÉREZ, F., “Las Islas Canarias y sus cines olvidados: aproximación a la historia de la arquitectura cinematográfica a través de los proyectos que quedaron en el papel”, Morales Padrón, F. (ed.), XIII Coloquio de Historia Canario-Americana & VIII Congreso Internacional de Historia de América (AEA) 1998; pp. 3033-3054.
CABALLERO RODRÍGUEZ, J., Historia Gráfica del Cine en Mérida (1898-1998), Mérida (Editora Regional de Extremadura) 1999.
CABO, X. L., Cinematógrafos de Compostela 1900-1986, Santiago de Compostela (Xunta de Galiza) 1992.
CANDELA SAHUQUILLO, V. y CANDELA SAHUQUILLO, A., “Vicente Candela Rodríguez Arquitecto”, Revista Oeste (Revista de Arquitectura y Urbanismo del Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura) 11-12, 1994; pp. 113-128.
CEBOLLADA, P. y SANTA EULALIA, M. G., Madrid y el Cine. Panorama filmográfico de cien años de historia, Madrid (Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid) 2000.
CENTENO ALBA, J. C., Los teatros y cines de Vitoria: arquitectura para el espectáculo, Vitoria-Gasteiz (Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz) 1999.
FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, M. F., Arquitectura y cine en el Concejo de Mieres, Oviedo (Real Instituto de Estudios Asturianos) 2000.
GONZALVO VALLESPÍ, A., La memoria cinematográfica del espectador: panorámica sobre los cines en Teruel, Teruel (Seminario de Arqueología y Etnología Turolense) 1996.
HURTADO URRUTIA, M., “De nuestra memoria cultural: Ángel Pérez, Arquitecto (1897-1977)”, Revista científica, literaria y artística del Ateneo de Cáceres, 10 (septiembre de 2010), pp. 45-48.
LOZANO BARTOLOZZI, M. M., “El cinematógrafo en Cáceres. De la barraca de cine a los multicines”, PARRADO DEL OLMO, J. M. y GUTIÉRREZ BAÑOS, F. (coords.), Estudios de Historia del Arte: Homenaje al Profesor de la Plaza Santiago, Valladolid (Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial de la Universidad de Valladolid) 2009.
MARTÍNEZ HERRANZ, A., Los cines en Zaragoza, Zaragoza (Ayuntamiento de Zaragoza) 1997.
PÉREZ ROJAS, F. J., “Los cines madrileños: del barracón al rascacielos”, El cinematógrafo en Madrid, 1896-1960, Madrid (Ayuntamiento de Madrid, Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid) 1986; pp. 69-124.
RUÍZ RODRÍGUEZ, A., El templo oscuro: La arquitectura del cine, Tenerife 1897-1992, Santa Cruz de Tenerife (Gobierno de Canarias) 1993.
SÁNCHEZ GARCÍA, J. A., “Tradición y modernidad en la arquitectura del espectáculo. Los teatros-cine en Galicia”, Espacio, tiempo y forma 7, 1994; pp. 419-435.