Yo, sí tenía prisa por poner el montaje en orden, pues la película sigue su ritmo y no puedes dejar acumular el trabajo. Así que, mientras él se iba a jugar al golf, nosotras (Rafa mi ayudante y yo), no parábamos de sincronizar, preparar secuencias y numerarlas y descartar las tomas que no se elegían en proyección... etc.
Y decidimos que viniera otro ayudante. Este llegó de Los Ángeles, trajo algún que otro encargo (según creo) de ¿peanut butter? o lo que fuere que algunos necesitaban y se instaló con nosotros, no recuerdo su nombre, nunca me interesó, hacía su trabajo más o menos bien (aunque le teníamos que controlar), pero nunca le hice mi amigo.
Equipo de montaje en el hotel Almerimar.
Mientras, el montador seguía jugando al golf. Un día Tim (el jefe) me dice “Viene a ayudarnos un gran amigo tuyo, Stan Allen”, ¡Que alegría me llevé!, Stan era y es uno de mis mejores amigos montadores que tengo. El le había advertido a Tim de exigirme como ayudante suyo en la película y esto unido a que la producción española siempre me llamaba, había hecho que yo estuviera en Conan.
Con Stan en montaje, todo iba a ir como la seda, él estaba contratado como co-montador pero lo primero que hizo fue echarme una mano con la ingente cantidad de película con la que había que lidiar de diario. A pesar de que el primer montador “casi” no trabajaba, éste, mi amigo, en cuanto pudo comenzó a montar alguna secuencia, y entre los dos cambiábamos opiniones de cómo nos gustaba mas o menos, qué poner o qué quitar, en fin, estas cosas. Pero un día le dijeron a Stan veladamente que no montara tanto, no había prisa, que se fuera a jugar al golf... No dieron explicaciones, Stan se planteó volver a su casa de Los Angeles, él estaba allí para trabajar, no para jugar...
Conseguí convencerle para que se quedara, le hice traer a su familia, se dedicó mas a ayudarme a mí que a montar y... acabamos pasándolo estupendamente a pesar de todo. Mas tarde y ya en Hollywood supimos el porqué de montar lo menos posible.
Justo al lado de nuestros montajes estaba instalado el salón de “tortura” de Arnold Schwarzenegger, o sea; su gimnasio. Allí había todo tipo de maquinaria extraña mas propia de los tiempos de la Inquisición que de otra cosa. En este sitio se machacaba el cuerpo diariamente el que con el tiempo sería gobernador de California. De vez en cuando venía a vernos como buen vecino y la verdad es que era bien recibido, porque era/es un tío muy agradable, y para asombro mío...su mirada no era la clásica de alguien fuertote tirando a bruto. No, en sus ojos brillaba la inteligencia y esto, yo no lo esperaba. Algo que me impresionó bastante era su musculatura, fuera de lo normal, sobre todo la de los brazos, tremendamente desarrollados, daba miedo verlos al desnudo. Nos contó que le tenían que hacer las camisas a medida solamente por el grosor de los brazos...
Sentados en un descanso del rodaje a la izd. John Milius (director de la película) y Arnold Schwarzenegger.
Nuestra vida en Almería transcurría más o menos bien. Colin Arthur se había venido conmigo en plan consorte, su trabajo había terminado en Madrid, pero hasta que le saliera otro interesante, ¿Qué mejor que coger vacaciones en Almería donde nos conocimos hacía años? Muchos de los técnicos estábamos instalados en apartamentos al lado de la playa, en Almerimar, y como es lógico nos juntábamos en la noche para recorrer los mejores restaurantes de toda la provincia. Colin había traído el coche caravana, y en él nos trasladábamos al pueblo que fuere a probar las “gambitas” o la excelente carne de turno. La verdad, lo pasamos estupendamente.
Montaje seguía su ritmo (montando poquito) aún así, llegó otro auxiliar de Los Ángeles (no sé por qué), y en las ultimas semanas otro. Los que teníamos que llevar la película al día seguimos a nuestro aire, a los otros, pues ni caso, ellos ya habían traído lo que fuere y punto. Aun así los dos últimos eran gente maja y se les aguantaba bien.
En Almería se rodó el exterior del Templo de Thulsa Doom. La construcción del mismo pudimos verla paso a paso y quedó magnifica. Rodaron bastantes días en el templo y las cantidades de película que se fueron acumulando en montaje, solo de este decorado eran tremendas.
Construcción del decorado.
Rafa y Marisa en la escalera del templo.
La noche que se prendía fuego el templo fuimos a ver el rodaje. Pusieron cámaras por todas partes, había que cubrir todos los puntos de vista imaginables y en todos los tamaños posibles, porque una vez empezado el fuego, no hay marcha atrás y lo que se ruede es lo que tendremos, no hay segundas oportunidades. Había miedo, siempre lo hay cuando se hacen cosas difíciles. Había miedo de que el viento soplara desviando las llamas (aquella zona es muy ventosa), había miedo de que hubiera accidentes, y había miedo de que el incendio no resultara “bonito” cinematográficamente hablando.
Cuando el director dijo ¡Acción! y aquello empezó a arder poco a poco, y los seguidores de Thulsa Doom empiezan a huir en desbandada y las llamas siguen el camino deseado, todos los que allí estábamos comenzamos a respirar tranquilos. Los chicos de los efectos que habían preparado aquello lo hicieron muy bien, tal como se les suponía que lo harían, y el resultado fue perfecto.
Según decían, la construcción de este altar había costado unos veintitantos millones de pesetas, que en unos minutos se redujeron a la nada.
Escena de la película del Templo Thulsa Doom en llamas.
Otro de los rodajes interesantes fue el del buitre picoteando a Conan. El animatronic creado por nuestro gran amigo Giussepe Tortora funcionó a la perfección. Ni siquiera cuando se montó la secuencia hubo que esconder nada. Creo recordar que lo rodó la segunda unidad y no hubo grandes dramas en el rodaje, todo fue como la seda. Más tarde Tortora trabajó con nosotros en las dos “Historias interminables”, en “Red Sonja” y en “Quatermain” En las cuatro películas su trabajo de ingeniería mecánica de las criaturas funcionó a la perfección.
Preparación de la crucifixión.
Buitre picando a Conan.
En Conan la mayoría de los rodajes eran comprometidos y los técnicos escogidos los mejores de cualquier país, tenían que estar a la altura de lo que de ellos se esperaba y en general, lo estaban. Resultó difícil la preparación y el rodaje de la trasformación de Tulsa Doom en serpiente. Hoy día con los ordenadores hubiera sido sencillo, pero en aquella época, casi misión imposible. Al final se decidió en montaje hacer los cambios de cara a base de encadenados (plano que termina y el siguiente se superpone sobre el anterior) y así se iría salvando la secuencia, pero en el montaje definitivo se optó por intercalar planos de lo que ocurría alrededor, entre los de Thulsa Doom cambiando a serpiente, en lugar de sostener todo el tiempo la cara evolucionando. No era tan efectivo, pero sí más seguro.
Casi sin darnos cuenta, la película estaba rodada. Todos los técnicos habían terminado su trabajo a excepción de montaje. Me pidieron continuar en Los Ángeles y dije que sí, que encantada...
Y Almería se fue quedando lejos y también sus gambas estupendas al peso de “El guarro”, y el sabrosísimo pescado, y la carne de “El establo”, y la sangría...
Todo esto (que no es poco) lo cambié por las hamburguesas y la Coca-Cola.
Foto del equipo de la película en las escaleras del Templo de Thulsa Doom.
-.-.-
Autora: Maria Luisa Pino
En este artículo han colaborado: Ángel Caldito, José Manuel Seseña y Ricardo Márquez.